Como dicho antes, la frase arriba colocada hace parte del título de articulo de autoría de Juan P. Pereira Marsiaj, doutorando, en 2003, en Ciencia Política en la Universidad de Toronto, Canadá; publicado en Cadernos AEL, n. 18/19 de 2003. Donde uno de los planteamientos del autor afirma, retomando postulados de John D’Emilio, Capitalism and Gay Identity, que el desarrollo capitalista y la modernización habrían creado las condiciones necesarias para el surgimiento de comunidades e identidades gay modernas.
Queremos ahora discutir otro punto colocado por este autor cuando afirma que “en un nivel más micro, la clase social afecta las posibilidades de establecimiento de relaciones homoafectivas y de redes homosociales, que son de suma importancia para el desarrollo de una autoidentificación como gay o como lesbiana”. Rentas bajas de clases pobres tornarían difícil la independencia de un individuo de su familia. Los hijos se quedarían en casa hasta casarse y, aún así, debido a la falta de habitación, continuarían bajo el mismo techo de los padres. Mientras que “gays y lesbianas de clase alta, por otro lado, pueden darse el lujo de mantener un apartamento para tales encuentros, o tienen medios para pagar un cuarto de motel para tales fines”. Pereira Marsiaj anota casos de tolerancia familiar como el de los travestís pues estos aportan dinero para dentro de casa. Otra área afectada por la desigualdad socioeconómica, dice, es aquella de los espacios comunitarios, divididos en espacios públicos y establecimientos comerciales: parques, plazas, playas y otros lugares usados por homosexuales para recreación o encuentros sexuales: saunas, bares, discotecas. Locales usufructuados según la diferenciación social; bares y otros locales que por el precio de acceso se tornarían inusuales para personas no pertenecientes a clases altas o medias. Ya playas o parques serían accesibles a gays pobres. Puede verse, concluye, “como el estatus socioeconómico influencia la distribución espacial en esta geografía del deseo”.
En primer lugar, llama la atención, en este texto, la afirmación del autor cuando manifiesta que la clase social afecta las posibilidades de establecimiento de relaciones homoafectivas y de redes homosociales. Preguntamos por el lugar donde fue desarrollado el trabajo de campo que llevó al autor a comprobar sus hipótesis. No entendemos por qué los gays pobres encontrarían dificultades para encuentros homoafectivos. En áreas rurales, por ejemplo, tanto clases altas o medias como las bajas tienen todo un paisaje a ser explotado para dichos fines, sólo se necesita darle paso a la creatividad. En zonas urbanas no es diferente; ciudades como Fortaleza, por ejemplo, pueden ser definidas como eróticas o sexuales, si así se prefiere. El centro de la ciudad invita para encuentros casuales de todo tipo; hay discotecas y saunas para todas las clases. En cada manzana se localizan dos o tres moteles por cuadra. En la ciudad de la Luz, así llamada porque en la pequeña villa de Redención, cerca de Fortaleza, se llevó a cabo, por primera vez en Brasil, el proceso de abolición de la esclavitud, hacer amor no se esconde; ya en en otras ciudades, moteles se localizan a varios km de la zona urbana y/o en lugares discretos, lo que denota los prejuicios de la sociedad y la odisea enfrentada por los ‘pecadores’ para poderse amar como Dios manda. En ese sentido, entendemos al autor del artículo al clasificar el acceso a los lugares dependiendo del estatus socio-económico. En dichas áreas, pagar un motel ya se constituye en problema para personas de escasos recursos, y el acceso al lugar tiene que hacerse en carro; llegar a pie puede ser una buena idea pues hoy más que nunca se habla de actividad física para la salud, pero el acceso al motel debe ser rápido pues a pie se corre el riesgo de ser descubierto y provocar el escándalo de la sociedad.
En Fortaleza, lo dicho anteriormente no es problema, las personas entran y salen sin preocuparse aparentemente con la mirada inquisidora de curiosos que probablemente no existen. Además de llamar la atención el numero grande de motetes y su localización, sorprende encontrar un sinnúmero de cines pornô, los precios de las entradas varían de 2 para 5 reales; lugares usados por heterosexuales, prostitutas, travestís, michês y gays en su mayoría. No de forma bagunçada, los hay para todo tipo de cliente y de forma organizada. Eso sin contar los bares a la orilla de la playa y estas mismas que se prestan para el tipo de encuentros en cuestión.
Pero no es sólo Fortaleza cuyo centro huele a sexo, lo son docenas de ciudades latinoamericanas. En Brasilia existen lugares exclusivos frente a la inexistencia de un Centro, y menos histórico. Desde el Conjunto Nacional hasta el Conic, pasando por la Rodoviaria, las noches candangas son un hervidero de relaciones heterohomobilesbiafectivas, etc.; allí, ser rico o ser pobre es lo de menos. En este tipo de ciudades, o en otras como São Paulo o Curitiba, los parques se convierten, por las noches, en verdaderos moteles a cielo abierto, donde sólo las estrellas y la luna son testigos de un mundo sin fronteras, que a la mañana siguiente de nuevo se organiza o/y clasifica como en la definición de los grandes y famosos diccionarios: gays, travestis, lesbianas, heterosexuales, bisexuales, etc.
Ya en otras regiones como Foz do Iguaçu la cosa cambia, o se complica: solamente una sauna, una discoteca gay y cero bares. Tal parece la cara de la cuidad del prejuicio. Percibimos la forma como desde el autobús fue vista por casi 50 pasajeros escandalizados la figura de un muchacho peinado y vestido de forma diferente. Imaginamos el escándalo que causaría una pareja gay tomados de la mano: piedras lloverían o balas de revolver comprado del otro lado de la frontera. Creemos que pobreza no es sinónimo de prejuicio, y eso Pereira Marsiaj parece desconocer.
Del texto en cuestión, también llama la atención lo relacionado con el mundo de trabajo de travestís, estos, dice el autor, serían más tolerados en el seno familiar, al aportar con dinero. Prejuicio puro! Pobres dejarían de lado sus prejuicios debido al interés por el dinero? Estos tendrían más prejuicios que las clases abastadas? Interés por lo económico se sobrepone a prejuicios? Quien trabaja y tiene cómo sustentarse goza de más libertad, eso lo sabemos, pero libertad y dinero no son suficientes para romper prejuicios sea entre ricos o entre pobres. Otra inquietud: por que travestís son, en su mayoría, pobres si el dinero provocaría suficiente libertad para los ricos y medios poder optar por relaciones homoafectivas, según el autor aquí estudiado, y posiblemente les facilitaría escoger vivir la vida conforme sus deseos.
Y para crear redes homosociales? Según el autor aquí mostrado, sería entre las clases con dinero donde se formarían ese tipo de comunidades. No creemos que el movimiento gay, que ciertamente se nutre de redes homosociales, así como otros movimientos sociales, estén, en su mayoría, compuestos por ricos; inclusive, en algunos de ellos, no hay participación de la clase media acomodada o moldada según sus conveniencias.
Finalmente, en el artículo aquí mencionado, el autor discute la violencia contra los homosexuales dependiendo de la clase social; gran número de travestís y michês habrían sido muertos en locales públicos, mientras que otras víctimas gays y lesbianas habrían sido asesinados en sus propios domicilios. “Dentro de los autores de los crímenes, policías y oficiales militares eran la mayoría, seguidos de michês (...) Al menos relativamente, los datos dan la impresión de que los establecimientos comerciales frecuentados por la clase media y alta son más seguros que otros espacios públicos”. Así las cosas, individuos de clase más baja sufrirían la mayor parte de violencia practicada por policías en y fuera de servicio, justicieros, escuadrones de la muerte y linchamientos. Homofobia y discriminación social se cruzan y gays y lesbianas de clase más baja cargarían el mayor peso de esa realidad violenta, afirma.
En ese sentido, parece ser como si la policía y otros ejecutores de gays e lesbianas visualizarían mejor a los de clases pobres y no a los ricos por estos estar en locales seguros. Puede que sea así, pero sentimos cierta contradicción cuando el autor apunta la invisibilidad gay en sectores pobres como consecuencia de la dependencia económica del grupo familiar. Como explicar entonces que gays pobres sean blancos favoritos de asesinos?
Prof. Gerson Galo Ledezma Meneses.
Queremos ahora discutir otro punto colocado por este autor cuando afirma que “en un nivel más micro, la clase social afecta las posibilidades de establecimiento de relaciones homoafectivas y de redes homosociales, que son de suma importancia para el desarrollo de una autoidentificación como gay o como lesbiana”. Rentas bajas de clases pobres tornarían difícil la independencia de un individuo de su familia. Los hijos se quedarían en casa hasta casarse y, aún así, debido a la falta de habitación, continuarían bajo el mismo techo de los padres. Mientras que “gays y lesbianas de clase alta, por otro lado, pueden darse el lujo de mantener un apartamento para tales encuentros, o tienen medios para pagar un cuarto de motel para tales fines”. Pereira Marsiaj anota casos de tolerancia familiar como el de los travestís pues estos aportan dinero para dentro de casa. Otra área afectada por la desigualdad socioeconómica, dice, es aquella de los espacios comunitarios, divididos en espacios públicos y establecimientos comerciales: parques, plazas, playas y otros lugares usados por homosexuales para recreación o encuentros sexuales: saunas, bares, discotecas. Locales usufructuados según la diferenciación social; bares y otros locales que por el precio de acceso se tornarían inusuales para personas no pertenecientes a clases altas o medias. Ya playas o parques serían accesibles a gays pobres. Puede verse, concluye, “como el estatus socioeconómico influencia la distribución espacial en esta geografía del deseo”.
En primer lugar, llama la atención, en este texto, la afirmación del autor cuando manifiesta que la clase social afecta las posibilidades de establecimiento de relaciones homoafectivas y de redes homosociales. Preguntamos por el lugar donde fue desarrollado el trabajo de campo que llevó al autor a comprobar sus hipótesis. No entendemos por qué los gays pobres encontrarían dificultades para encuentros homoafectivos. En áreas rurales, por ejemplo, tanto clases altas o medias como las bajas tienen todo un paisaje a ser explotado para dichos fines, sólo se necesita darle paso a la creatividad. En zonas urbanas no es diferente; ciudades como Fortaleza, por ejemplo, pueden ser definidas como eróticas o sexuales, si así se prefiere. El centro de la ciudad invita para encuentros casuales de todo tipo; hay discotecas y saunas para todas las clases. En cada manzana se localizan dos o tres moteles por cuadra. En la ciudad de la Luz, así llamada porque en la pequeña villa de Redención, cerca de Fortaleza, se llevó a cabo, por primera vez en Brasil, el proceso de abolición de la esclavitud, hacer amor no se esconde; ya en en otras ciudades, moteles se localizan a varios km de la zona urbana y/o en lugares discretos, lo que denota los prejuicios de la sociedad y la odisea enfrentada por los ‘pecadores’ para poderse amar como Dios manda. En ese sentido, entendemos al autor del artículo al clasificar el acceso a los lugares dependiendo del estatus socio-económico. En dichas áreas, pagar un motel ya se constituye en problema para personas de escasos recursos, y el acceso al lugar tiene que hacerse en carro; llegar a pie puede ser una buena idea pues hoy más que nunca se habla de actividad física para la salud, pero el acceso al motel debe ser rápido pues a pie se corre el riesgo de ser descubierto y provocar el escándalo de la sociedad.
En Fortaleza, lo dicho anteriormente no es problema, las personas entran y salen sin preocuparse aparentemente con la mirada inquisidora de curiosos que probablemente no existen. Además de llamar la atención el numero grande de motetes y su localización, sorprende encontrar un sinnúmero de cines pornô, los precios de las entradas varían de 2 para 5 reales; lugares usados por heterosexuales, prostitutas, travestís, michês y gays en su mayoría. No de forma bagunçada, los hay para todo tipo de cliente y de forma organizada. Eso sin contar los bares a la orilla de la playa y estas mismas que se prestan para el tipo de encuentros en cuestión.
Pero no es sólo Fortaleza cuyo centro huele a sexo, lo son docenas de ciudades latinoamericanas. En Brasilia existen lugares exclusivos frente a la inexistencia de un Centro, y menos histórico. Desde el Conjunto Nacional hasta el Conic, pasando por la Rodoviaria, las noches candangas son un hervidero de relaciones heterohomobilesbiafectivas, etc.; allí, ser rico o ser pobre es lo de menos. En este tipo de ciudades, o en otras como São Paulo o Curitiba, los parques se convierten, por las noches, en verdaderos moteles a cielo abierto, donde sólo las estrellas y la luna son testigos de un mundo sin fronteras, que a la mañana siguiente de nuevo se organiza o/y clasifica como en la definición de los grandes y famosos diccionarios: gays, travestis, lesbianas, heterosexuales, bisexuales, etc.
Ya en otras regiones como Foz do Iguaçu la cosa cambia, o se complica: solamente una sauna, una discoteca gay y cero bares. Tal parece la cara de la cuidad del prejuicio. Percibimos la forma como desde el autobús fue vista por casi 50 pasajeros escandalizados la figura de un muchacho peinado y vestido de forma diferente. Imaginamos el escándalo que causaría una pareja gay tomados de la mano: piedras lloverían o balas de revolver comprado del otro lado de la frontera. Creemos que pobreza no es sinónimo de prejuicio, y eso Pereira Marsiaj parece desconocer.
Del texto en cuestión, también llama la atención lo relacionado con el mundo de trabajo de travestís, estos, dice el autor, serían más tolerados en el seno familiar, al aportar con dinero. Prejuicio puro! Pobres dejarían de lado sus prejuicios debido al interés por el dinero? Estos tendrían más prejuicios que las clases abastadas? Interés por lo económico se sobrepone a prejuicios? Quien trabaja y tiene cómo sustentarse goza de más libertad, eso lo sabemos, pero libertad y dinero no son suficientes para romper prejuicios sea entre ricos o entre pobres. Otra inquietud: por que travestís son, en su mayoría, pobres si el dinero provocaría suficiente libertad para los ricos y medios poder optar por relaciones homoafectivas, según el autor aquí estudiado, y posiblemente les facilitaría escoger vivir la vida conforme sus deseos.
Y para crear redes homosociales? Según el autor aquí mostrado, sería entre las clases con dinero donde se formarían ese tipo de comunidades. No creemos que el movimiento gay, que ciertamente se nutre de redes homosociales, así como otros movimientos sociales, estén, en su mayoría, compuestos por ricos; inclusive, en algunos de ellos, no hay participación de la clase media acomodada o moldada según sus conveniencias.
Finalmente, en el artículo aquí mencionado, el autor discute la violencia contra los homosexuales dependiendo de la clase social; gran número de travestís y michês habrían sido muertos en locales públicos, mientras que otras víctimas gays y lesbianas habrían sido asesinados en sus propios domicilios. “Dentro de los autores de los crímenes, policías y oficiales militares eran la mayoría, seguidos de michês (...) Al menos relativamente, los datos dan la impresión de que los establecimientos comerciales frecuentados por la clase media y alta son más seguros que otros espacios públicos”. Así las cosas, individuos de clase más baja sufrirían la mayor parte de violencia practicada por policías en y fuera de servicio, justicieros, escuadrones de la muerte y linchamientos. Homofobia y discriminación social se cruzan y gays y lesbianas de clase más baja cargarían el mayor peso de esa realidad violenta, afirma.
En ese sentido, parece ser como si la policía y otros ejecutores de gays e lesbianas visualizarían mejor a los de clases pobres y no a los ricos por estos estar en locales seguros. Puede que sea así, pero sentimos cierta contradicción cuando el autor apunta la invisibilidad gay en sectores pobres como consecuencia de la dependencia económica del grupo familiar. Como explicar entonces que gays pobres sean blancos favoritos de asesinos?
Prof. Gerson Galo Ledezma Meneses.