A comienzos de
este año, el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, tuvo en sus
salas una muestra muy particular, que conjugaba de una manera especial el arte
y la historia de Nuestra América. “La exposición pendiente: 1973 - 2015” vino a
saldar una deuda con el pueblo chileno.
La muestra
estaba compuesta por pinturas, dibujos y bocetos de los tres nombres más
destacados del muralismo mexicano: Diego Rivera (1886 – 1957), José Clemente
Orozco (1883 – 1949) y David Alfaro Siqueiros (1896 – 1974). Todas las obras
pertenecían a la Colección Alvar Carrillo Gil, en ese momento en manos del
Estado mexicano. El intercambio artístico había sido concebido a comienzos de
la década de 1970 y estaba motivado, en gran medida, por el particular momento
político que atravesaba la República de Chile. Además de estrechar los lazos
entre México y Chile, se buscaba que la producción visual de los artistas
mexicanos identificara al pueblo chileno con estas imágenes. Obras que trataban
asuntos de revolución, de cambio, de poder de los sectores populares
empoderarían y harían reflexionar a los chilenos en el crítico momento que
estaban atravesando.
David Alfaro Siqueiros
Primera
nota temática para el mural de Chapultepec, 1956-57
Poxilina sobre papel
Por esos años
Salvador Allende asumía las riendas políticas del país con la bandera de la vía
pacífica hacia el socialismo. En plena Guerra Fría, su proyecto no se alineaba
con los intereses estadounidenses para América Latina y tampoco, con las
pretensiones de la derecha chilena. Un boicot al gobierno de Allende se puso en
marcha y terminó con el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, día que
marca el comienzo de un período oscuro para el país trasandino que se
prolongaría por casi dos décadas. El día
13 de septiembre del mismo año, Allende inauguraría la muestra, hecho que, por
claras razones, nunca se dio. Las obras de la Colección Carrillo Gil, retornan
a México sin nunca haber sido expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes.
En 2015, el
Museo capitalino retoma esta iniciativa que había quedado trunca décadas atrás.
Expone, finalmente, las obras de Rivera,
Orozco y Siqueiros pertenecientes a la Colección Carrillo Gil. Propone una
narrativa en la cual, transitando por las diferentes salas, dialogan distintos
espacios y diferentes temporalidades. Intercala los lugares en los cuales se
exponen las obras artísticas con salas en donde se presentan las peripecias que
la muestra atravesó en 1973 a través de diferentes documentos, fotografías y
material audiovisual. Así, conecta al espectador con aquel México de la primera
mitad del siglo XX, con el efervescente Chile de la década de los 70 y también,
con el tiempo presente.
Esta deuda
saldada del Museo Nacional de Bellas Artes abre un camino para reflexionar
sobre la particular relación de las artes plásticas con la política, los usos y
apropiaciones del arte, sus relecturas, sus múltiples significados y su circulación
por el espacio latinoamericano.
Fachada
del Museo Nacional de Bellas Artes
Foto:
M. Silvina Sosa Vota
Maria Silvina
Sosa Vota