Iniciamos hoje no blog uma série de posts relacionados à temática das ditaduras na América Latina. Na abertura, publicaremos a entrevista do Prof. Paulo Renato da Silva com o prof. Esteban Campos.
O
historiador argentino Esteban Campos foi professor da UNILA entre 2014 e 2015 e
acaba de lançar na Argentina o livro Cristianismo
y Revolución: el origen de los montoneros. Na entrevista a seguir, Esteban
Campos nos conta um pouco sobre o livro, fala sobre o atual momento político
vivido pela Argentina e tece comparações com o Brasil.
Paulo
Renato da Silva – Esteban, primeiramente muito obrigado por aceitar a
entrevista. Você acaba de
lançar Cristianismo y Revolución: el
origen de los montoneros. Conte-nos
um pouco sobre a história do livro e o que ele trata.
Esteban Campos – Bueno, el
libro es una versión abreviada pero casi completa de mi tesis doctoral sobre la
revista Cristianismo y Revolución, que defendí en la Universidad de Buenos
Aires a fines del año 2011. Fue una revista excepcional si pensamos la “larga
duración” en la historia del cristianismo y las revoluciones modernas, y al
mismo tiempo muy representativa del clima cultural de los años 60 en América
Latina. Fue publicada en la Argentina entre 1966 y 1971, y funcionó como un
espacio de cruce entre el cristianismo liberacionista, el peronismo
revolucionario y la izquierda armada. Me interesaba contar la Historia de la
revista y sus contenidos, porque hasta el momento había sido utilizada
repetidas veces como fuente documental, pero nunca tratado como un objeto de
estudio en sí mismo. Por otro lado, si bien es cierto que en la revista
militaron varios de los fundadores de la guerrilla peronista de Montoneros (y
me ocupo de ellos en un capítulo) también quería cuestionar la idea de que
Cristianismo y Revolución era simplemente un medio o una agrupación
“proto-montonera”, es decir, quería estudiar a la revista en su coyuntura
política, y no a través de un relato finalista, teleológico, que
inevitablemente termina en la formación de Montoneros. De hecho, mucho de los
editores, redactores y militantes que animaron la revista en los 70 no tuvieron
nada que ver con Montoneros. En ese proceso de radicalización de las juventudes
católicas que pasaron por Cristianismo y Revolución aparecen temáticas
inéditas, como el diálogo entre cristianos y marxistas, el dilema ético para
justificar la violencia desde el cristianismo, la posibilidad de pensar la
revolución desde la teología. Por último, la revista fue un espejo de las
luchas populares y los proyectos políticos de izquierda y populistas en América
Latina en la década de 1960, por eso se podían leer notas sobre la Acción
Libertadora Nacional, de Carlos Marighella, la reforma agraria de Velasco
Alvarado en Perú o los movimientos sociales en el Chile de la Unidad Popular.
Paulo
Renato da Silva – A Argentina está passando por mudanças políticas e econômicas
com a presidência de Mauricio Macri e no dia 24 de março completará 40 anos do
golpe militar de 1976. Em sua opinião, como os temas tratados no livro nos
ajudam a compreender a Argentina atual?
Esteban Campos –
Los temas del libro se relacionan con el presente a partir de situaciones que
son recurrentes en la historia argentina, es decir, son típicas de un “pasado
que no quiere pasar”, como diría Ernst Nolte. Por ejemplo, el eterno retorno de
la dicotomía peronismo-antiperonismo, que estaba muy presente en Cristianismo y
Revolución, y hoy atraviesa, polariza y politiza de manera muy apasionada a
grandes franjas de la sociedad argentina. Es una reemergencia notable, porque
si hacemos memoria, los grandes conflictos de la historia argentina reciente no
se dirimieron a través de identidades políticas peronistas o antiperonistas.
Recordemos por ejemplo las violentas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001,
o las luchas sociales de fines de los 90, llevadas adelante por piqueteros,
estudiantes, movimientos de derechos humanos. Muy pocos de ellos se veían a sí
mismos como peronistas o antiperonistas. Lo mismo puede decirse de la
peronización de amplios sectores de las capas medias, un fenómeno
característico del período 1955-1976 que se dio nuevamente entre 2003 y 2015.
Desde luego, toda esta reactualización del drama entre peronistas y
antiperonistas, y la adhesión de sectores de clase media al peronismo no puede
explicarse sin tener en cuenta los doce años de kirchnerismo en la Argentina.
Pero también la relación entre pasado y presente se puede rastrear a partir de
ausencias. El cruce entre cristianos, peronistas e izquierdistas con la
revolución y la lucha armada como denominador común en los 60 parece algo
excepcional, fruto de una coyuntura que muy difícilmente se vuelva a dar de
manera similar. La Iglesia católica abandonó hace tiempo sus veleidades
modernizadoras, algo que no puede cambiar el acceso de un sacerdote
latinoamericano y peronista a la investidura papal. Existen desde luego grupos
cristianos identificados con la teología de la liberación, pero no dejan de ser
marginales al conjunto de una Iglesia más preocupada por las mutaciones éticas
de modernidad (el aborto, la salud reproductiva, la genética, el matrimonio
homosexual) que por el “cambio de estructuras” económicas y sociales, como
estaba de moda decir en los 60. Por otro lado, en la Argentina el terrorismo de
Estado disciplinó salvajemente a la sociedad, por eso ya casi nadie piensa
seriamente en la lucha armada como una alternativa viable. La izquierda
marxista que sobrevivió a la dictadura no simpatiza mucho con la Iglesia, y los
católicos que se quedaron dentro de la Iglesia son en su mayoría conservadores.
El peronismo del siglo XXI es muy diferente al peronismo que se veía a sí mismo
como revolucionario en 1970, ya que funciona como un partido parlamentarista
integrado al sistema, con apoyos sindicales y territoriales. Sin embargo, el
fin de ciclo de los gobiernos de centro-izquierda en América Latina y el
ascenso de una nueva derecha como fenómeno social y político hace pensar que,
en la Argentina, tanto la izquierda como los sectores más progresistas del
peronismo van a estar en la misma trinchera resistiendo las políticas más
impopulares del gobierno de Mauricio Macri.
Paulo
Renato da Silva – Sobre religião e política a partir da década de 1960, que
semelhanças e diferenças você aponta entre a Argentina e o Brasil?
Esteban Campos – Lo que voy a
decir no es nada nuevo ni original, en realidad se apoya en el análisis
comparativo que ya hicieron los historiadores Fernando Devoto y Boris Fausto. Vistas
en una perspectiva de mediano plazo, las corrientes renovadoras de la Iglesia
católica en los 60 parecían tener mayor fuerza institucional en Brasil que en
Argentina. Si hacia 1952 se creó la Conferencia Nacional de los Obispos de
Brasil, que levantó la bandera de la reforma agraria y expresó un catolicismo
interesado por las demandas populares, en Argentina el enfrentamiento entre la
Iglesia y el peronismo en la misma época alejó a los sacerdotes de las clases
subalternas y sus reclamos. Desde luego, en Brasil las tendencias conservadoras
eran dominantes, y tenían suficiente poder como para marginar a obispos
progresistas como Helder Cámara, sin contar la presencia masiva de católicos en
la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad realizada en marzo de 1964,
que contribuyó a la caída de João Goulart. Pero la escalada represiva del
régimen militar desde 1968, que incluyó episodios de tortura a religiosos
comprometidos con la resistencia a la dictadura, convirtió a la Iglesia
brasileña en una de las principales fuerzas opositoras, con un activo papel en
la denuncia de violaciones a los derechos humanos. Por el contrario, la Iglesia
argentina cultivó estrechos lazos con las fuerzas armadas, apoyó al régimen
militar inaugurado en 1976, y justificó la represión hasta que la dictadura
entró en crisis. En la actualidad, Brasil sigue pareciendo un país mucho más
religioso que la Argentina, donde si bien existen fenómenos de devoción popular
como el Gauchito Gil y las iglesias pentecostales ganan cada vez más adeptos,
todavía hay mucha gente al margen de las prácticas religiosas cotidianas, y
tanto la política como la religión van por carriles más o menos separados
(desde luego la realidad de un Papa argentino modifica un poco esta tendencia).
Pero en Argentina por el momento es imposible pensar, por ejemplo, en una
bancada evangélica en el Parlamento, como ocurre en Brasil. O una figura como
Anthony Garotinho, el evangélico que recibió apoyo del PT, el PTB y el PCdoB
para ganar la gobernación de Rio de Janeiro en los 90. Pero todo puede ser
cuestión de tiempo, claro. Hace poco una revista sensacionalista hizo un
informe planteando que el presidente Mauricio Macri se habría convertido al
budismo, lo cual es bastante coherente, porque los argentinos estamos
renunciando al deseo de placeres sensuales como comer asado, ir al cine,
viajar, etc.